lunes, 9 de enero de 2012

EL PERÍODO INTERTESTAMENTARIO

Por: Hans J. Dederscheck

Generalidades

El Antiguo Testamento se cierra aproximadamente 400 años antes del nacimiento de Jesús. Este tiempo que se encuentra entre el cierre del Antiguo Testamento y el nacimiento del Nuevo Testamento se llama período intertestamentario. 

No hay noticias acerca de los judíos durante esa época.
Sin embargo es esencial que el estudiante de la Biblia anote que ese período es sumamente interesante, puesto que en él se produjeron cambios sociales, económicos, políticos y religiosos de gran importancia. El estudiante bíblico no podría entender debidamente la vida de Cristo y los acontecimientos sin enterarse de lo ocurrido en estos 400 años de silencio bíblico.

El Antiguo Testamento tiene por objeto el señalar hacia Jesús. 
Sólo a la luz del Nuevo Testamento vamos a entender el primer pacto. La Biblia no contiene ninguna de las historias de esos 400 años. Por lo tanto, usted puede preguntar con razón: ¿Cuáles han de ser nuestras fuentes informativas? Hay tres fuentes principales: la historia secular, las obras de Josefo, y los escritos apócrifos. También nos ayudarán la historia de Persia, Grecia y Roma. El historiador judío Josefo, aunque no es siempre exacto, nos da plena información en relación al pueblo hebreo durante ese período intertestamentario.

Sabemos que hay 14 libros apócrifos de los judíos que tratan de esa época. 
Estos libros tienen naturaleza histórica y religiosa. 
No están incluidos en nuestro canon de la Biblia, pero sí pueden darnos alguna luz sobre el tema que vamos a contemplar más adelante. 

Aquella época de 400 años está dividida como sigue: 

1) Período Persa 538-332 a. de C.; 
2) Período Griego 332-167 a .de C.; 
3) Independencia Hebrea 167-63 a. de C.;  
4) Período Romano 63 a .de C - 70 d. de C.Los judíos bajo Persia

Cuando Persia conquistó a Babilonia en 538 a. de C., ganó también control sobre el Estado judío. Los judíos, siendo cautivos de Babilonia, cayeron bajo la jurisdicción de Ciro el Grande. Bajo Ciro y los gobernantes siguientes, los judíos gozaron de muchos privilegios. No sólo permitió Ciro que los judíos regresaran a su tierra, sino que también les dio gran ayuda en esa tarea. Ellos recibieron protección durante su viaje de regreso y asistencia financiera. El pueblo hebreo fue tratado justamente bajo el gobierno de Persia, tanto en territorio persa como también en el suyo propio. Desde luego, Israel no era libre, pero, mientras que reconociera la supremacía de Persia y observara las leyes que lo gobernaban, no era molestado ni tampoco sufría abuso alguno.

Cuando el Antiguo Testamento encuentra su finalización en el año 400 a. de C., las gentes hebreas de Judea aún eran los súbditos de Persia. Esta situación fue continuada sin resentimiento de parte de los judíos, hasta que el poder persa comenzó a menguar y, finalmente, terminó con las rápidas conquistas hechas por Alejandro el Grande de Grecia.

El surgimiento de Grecia

No ha sido posible recontar la historia de la expansión de Persia después del tiempo de Ciro, como una potencia mundial. Sin embargo, debemos anotar que, bajo un liderazgo vigoroso sus ejércitos avanzaron incontenibles hacia el Occidente hasta alcanzar el Mar Egeo, el límite occidental de Asia. No contentos con estos éxitos también cruzaron el mar para entrar en Europa (Grecia) donde se mantuvieron firmes por un pequeño e insignificante tiempo.

Es precisamente aquí, en Grecia, donde Persia encontró a su opositor más fuerte. Los griegos desafiaron a los persas y los echaron fuera de suelo europeo. Finalmente conquistaron todo aquel vasto territorio una vez en manos del orgulloso poder persa. Esta pugna fue de gran significado histórico. Alejandro el Grande obtuvo poder absoluto. Esta raza vigorosa, destinada a afectar tan profundamente el curso de la historia, comenzó a surgir como una nación algunos siglos antes de Alejandro el Grande. Ocuparon la parte sur oriental del continente europeo y algunas de las islas del Mar Egeo, es decir, el mismo territorio que sigue siendo la Grecia moderna.

La ciudad antigua de Atenas era el centro intelectual de la historia pre-cristiana. Aquí florecieron todas las artes y alcanzaron sus cumbres más luminosas. Los griegos desarrollaron el lenguaje más efectivo que el mundo jamás hubo conocido. También hicieron enormes contribuciones, como ningún otro pueblo jamás lo ha logrado, en la filosofía, la literatura, la escultura, la arquitectura y en otras bellas artes. 

Dieron al mundo hombres como Tucídides, Aristófanes, Jenofonte, Sócrates, Platón, Aristóteles, Diógenes, Alejandro, Demóstenes y muchos otros. 

En el cuarto siglo antes de Cristo, su cultura fue llevada por discípulos celosos al Lejano Oriente.

Felipe de Macedonia

Macedonia era uno de los Estados importantes de Grecia. Felipe el padre de Alejandro, fue rey de Macedonia hasta su muerte en el año 334 a. de C. Tenía dos grandes ambiciones: quería que Grecia obtuviera el liderazgo entre las naciones del mundo antiguo, y quiso preparar a su hijo para tan ardua tarea. Ambas ambiciones se realizaron, hasta cierto grado.

Alejandro

Este hombre, destinado a influir en la vida de millones de hombres y naciones enteras, comenzó su carrera con vigor después de su ascenso al poder en 335-34 a. de C. Durante su corto reinado de sólo 12 años, hizo más conquistas que cualquier otro antes de él. Alejandro extendió su territorio hasta llegar a la lejana India, donde sus soldados se rebelaron; allí terminó su loca carrera de conquista. Sin embargo, los éxitos de Alejandro afectaron su carácter. Llegó a ser vanidoso e irracional y cedió a muchas tentaciones que le rodeaban. Bebió en exceso y se contaminó con una fiebre que le produjo la muerte en Babilonia en 323 a. de C. Murió siendo aún muy joven, pero en pocos años "hizo historia para la historia".

Los judíos bajo Alejandro

Durante su carrera, Alejandro parecía ser parcial con los judíos. Admiró sus cualidades excelentes y les dio la ciudadanía en Alejandría y en otras ciudades, lo que era un privilegio para los judíos. Aparentemente, los judíos nunca fueron víctimas de discriminación durante todo el tiempo que Alejandro vivió. Alejandro posiblemente insistía en que los judíos aceptaran su filosofía helénica; pero no hay prueba histórica de ello. Después de la muerte de Alejandro, los judíos entraron en una era de amargo sufrimiento, como vamos a ver en los párrafos siguientes de nuestros relatos históricos.

División del Imperio de Alejandro

Después de la muerte de Alejandro en 323 a. de C., no hubo ningún hombre lo suficientemente fuerte para mantener la unidad en aquel vasto imperio. Este reino fue dividido, en el mismo año 323 a. de C., entre cuatro de sus generales: Ptolomeo, Lisímaco, Casandro y Seleuco. Palestina fue motivo de grandes codicias por parte de los seléucidas y los ptolomeos.

Los judíos bajo los ptolomeos

Breve tiempo después de la división del reino de Alejandro, Palestina cayó en poder de los ptolomeos de Egipto. El gobernador era Ptolomeo Soter y al principio era muy severo en su trato con los judíos. Más tarde llegó a comprender sus buenas cualidades y los trató con mayor consideración. Muchos judíos obtuvieron posiciones de autoridad y de prominencia. Soter fue sucedido por Filadelfo, quien también trató bien a los judíos.

La Septuaginta
Durante el gobierno de Ptolomeo Filadelfo, se produjo en Alejandría la famosa Septuaginta. Esta es una traducción de las Escrituras del Antiguo Testamento del idioma hebreo al griego. El helenismo llegó a dominar en el mundo mediterráneo hasta el extremo de que aún los judíos dejaron de hablar la lengua hebrea y usaron el idioma griego. Unos judíos devotos se dieron cuenta de que, si sus hijos iban a estudiar las Escrituras en el futuro, entonces había que traducir todo ese texto sagrado al idioma griego. Este fue en evento muy significativo puesto que todo aquel que entendía la lengua griega, podía leer ahora las divinas Escrituras. Así llegó el Antiguo Testamento a grandes muchedumbres, que de otra forma nunca hubieran tenido la oportunidad de leerlas, con las predicciones acerca del Mesías.

El significado del helenismo

El helenismo era la filosofía de los griegos. Estas ideas estaban ahora tratando de imponerse en el pensamiento judío. El helenismo era una forma de vida radicalmente diferente a las costumbres judías y de cualquier otro pueblo oriental.

La civilización griega era predominantemente un producto de la ciudad. En el Oriente, las ciudades eran colecciones de casas y de gentes sin mucha planificación. El gobierno era de tiranos, puesto que las gentes eran un poco más que esclavos. Entre los griegos las ciudades estaban bien planificadas y construidas artísticamente. Las gentes elegían a sus oficiales de servicio público, discutían asuntos de orden público y participaban en su gobierno.

Para los griegos, la vida era buena y tenía que ser disfrutada. La salud pública era el cimiento de su sociedad. El gimnasio era una institución popular donde los jóvenes hacían sus ejercicios físicos, incluyendo actividades sociales. Eran actividades de toda clase: juegos, deporte, baile, música, poesía - en todo ello se hacía gran énfasis. Las comunidades griegas tenían un estadio para competencias atléticas, un hipódromo para carreras con carros de guerra, y un teatro para presentaciones dramáticas.

La literatura y el arte ocuparon un lugar prominente en la vida de los griegos. Siendo intelectualmente alertas, tenían también escuelas, discusiones filosóficas, centros de entrenamiento para estudiantes de arte y de escultura. Sus esculturas consistían de sus dioses, ciudadanos prominentes, filósofos y atletas. Para los griegos era imposible pensar en una ciudad sin arte. Ellos desarrollaron la lengua más hermosa de todas las edades. Era un instrumento de tal hermosura, precisión y refinamiento, que cualquier otro idioma parecía "bárbaro" en comparación con el griego. Era preciso que el idioma griego conquistara el mundo, breve tiempo después de las conquistas de Alejandro.

También las costumbres y las maneras de los griegos eran bien diferentes de los orientales. El énfasis dado sobre estilos propios de vestimenta y la atención que prestaban a su apariencia personal tendría que impresionar a los judíos como frívolo, vano, sin uso natural y hasta maligno.

Los griegos amaban los placeres de toda índole. Se debía disfrutar de la vida hoy. Mañana, decían, quizás ya no estemos. La religión, particularmente la que se refiere a la vida después de la tumba, tenía poco espacio en su pensamiento. El problema de los judíos era el siguiente: ¿Podrían aceptar el helenismo y seguir fieles a la fe de sus padres? Hubo algunos que sí aceptaron el modo griego de vivir; pero la absoluta mayoría no pudo hacerlo. No les era posible aceptar el helenismo sin sentirse culpables de traición a su fe. 
Para éstos las ideas de los paganos tenían que ser resistidas hasta la muerte.

Los judíos bajo los seléucidas

Durante los 125 años (323-198 a. de C.) de control nominal de los ptolomeos había tantas guerras en Palestina que no se puede llevar un registro exacto. Finalmente, para 198 a. de C., en la batalla de Banias, los ptolomeos fueron vencidos y los seléucidas tomaron el control del pequeño país. Así los judíos fueron sometidos bajo el control de otra raza de conquistadores. 
Antíoco III, llamado "el Grande" (233-187 a. de C.), era el gobernante del reino seléucida cuando Palestina fue arrebatada de los ptolomeos en 198 a. de C. Su trato para con los judíos no era muy malo.

Antíoco Epífanes

Antíoco IV, el nieto de Antíoco el Grande, tenía dos apodos. Algunos lo conocían como "Epífanes" (el brillante); otros le conocían como "Epímanes" (el estúpido). Había razones para ambos apodos, pues a veces, era un gobernante muy brillante, y en otras ocasiones era increíblemente estúpido. Era un devoto apasionado del helenismo y su ambición gubernamental era forzar esa filosofía sobre todos sus súbditos. De esta manera, los judíos tuvieron que encararse a situaciones muy críticas, quizás las peores en toda su historia. Brevemente después de llegar a ser rey, Antíoco Epífanes tuvo dificultades con la gente de Jerusalén, ya que eligió a un sumo sacerdote que los judíos no aceptaron. Antíoco trabajó con mañas y engaños entre los judíos, robando y saqueando el templo de Jerusalén y la ciudad. Aumentó el desorden y la amargura. Antíoco entonces comenzó a someter los judíos bajo su control absoluto. Algunos judíos aceptaron sus ideas. Muchos judíos ortodoxos fueron encarcelados y cuarenta mil fueron asesinados y un número igual fue vendido como esclavos. Más tarde, envió emisarios a todas las sinagogas donde la gente se reunía los sábados, masacrando a miles de hombres, mujeres y niños.

Determinó destruir el culto al Dios vivo. Robó los artefactos del templo y anuló todas las fiestas. Se les prohibió a los judíos leer sus Escrituras, observar el sábado y realizar el rito de la circuncisión. Las mujeres judías no obedecían tal prohibición y circuncidaban a sus niños. Cuando se les sorprendió fueron conducidas por las calles, con sus pequeños en el hombro y se les precipitó de los lugares más altos del muro. Para mostrar su oposición a todo lo que era judío, sacrificó un cerdo sobre al altar de ofrendas quemadas, cocinó la carne, y luego derramó el caldo por todas partes del edificio. Ordenó que se edificara un altar para el dios griego Zeus en el área del templo. Huelga decir que estas atrocidades tenían que culminar en una revuelta hebrea. Al principio la resistencia judía era débil; pero poco a poco por desesperación, la llama de la resistencia se encendió cada vez más grande. Antíoco subestimo la devoción judía hacia su fe. Un grave error.

LA INDEPENDENCIA HEBREA

La dinastía de los macabeos

Una de las familias gobernadoras en la larga historia judía fue la de los macabeos, de la cual queremos ocuparnos a continuación. El padre de esa familia era un sacerdote anciano de nombre Matatías y quién vivió en el pequeño pueblo llamado Modín, al occidente de Jerusalén, muy cercano a la frontera de los filisteos. Tenía cinco hijos: Juan, Simón, Judas, Eleazar y Jonatán. Matatías fue el líder de la revuelta que puso a su familia al frente de la vida nacional judía. Comúnmente se les llamaba "los macabeos". Se supone que era un apodo que significaba algo así como "martillos". Esta dinastía habría de tener una tremenda influencia por generaciones sobre la vida hebrea.

Matatías en Modín

Durante los días más oscuros de la persecución de Antíoco (167 a. de C.), se presentó un evento en Modín que dio comienzo a la revolución. Apareció en la aldea un emisario de Antíoco para probar la lealtad de las gentes hacia su rey. Construyó un altar a Zeus y ordenó a Matatías y a sus hijos, siendo los ciudadanos directivos, ofrecer sacrificios al dios pagano con la promesa de una recompensa muy grande y el favor del rey. El sacerdote anciano, desde luego, rechazó la orden. Cuando se presentó un hombre más joven para cumplir la orden, Matatías, incapaz de controlar su enojo, avanzó y mató al hombre, luego mató al emisario del rey. Luego apeló a todos los judíos leales a seguirle. El y sus cinco hijos, juntamente con un número de seguidores, huyeron a las montañas desde donde declararon la guerra abierta contra Antíoco. Otros judíos fieles se juntaron a él hasta que obtuvo un ejército regular con gran poder de combate. Judas, uno de sus hijos, tomó el cargo de su parte, puesto que éste ya era demasiado anciano. Judas era capaz de inspirar confianza; pudo planificar, era un gran luchador y tenía valor. Además era intrépido y pujante. Podía aparecer y desaparecer como el rayo. Judas Macabeo llegó a ser el militar más espléndido de su raza. Era preciso tener un hombre así para alcanzar la independencia de los seléucidas.

El culto restaurado

Aprovechando la ventaja de la ausencia de los sirios, Judas y sus fuerzas entraron a Jerusalén y limpiaron el templo. Destruyeron todos los altares paganos y sus dioses, luego levantaron un altar a Jehová, repararon el templo y ordenaron la ciudad. El 25 de diciembre de 165 a. de C., el templo fue rededicado al culto del Dios de Israel. Esta ocasión ha sido conmemorada por medio de "la fiesta de la dedicación" (Juan 10.22).

La independencia judía

Antíoco Epífanes murió debido a una enfermedad terrible. Otro hombre se alzó contra los judíos (Lisias) con una fuerza aun más poderosa. Tenía una infantería de cien mil hombres, veinte mil de a caballo y 32 elefantes de guerra. Judas se dio cuenta de que no podía enfrentarse a él en batalla. Lisias venció a Jerusalén. Pero llegó un informe de serios problemas en Antioquía y Lisias tuvo que retirarse. Sin embargo, antes de salir llegó a un acuerdo con Judas a quien garantizó para todos los judíos el privilegio de la libertad religiosa. Así Judas ganó por lo que Matatías oró. Nuevamente los judíos podían adorar a su Dios sin ser molestados. Pero aún no eran libres políticamente.

Los helenistas no cumplieron con su acuerdo, surgiendo nuevos disturbios. Judas tenía que pelear nuevamente contra los sirios. Murió en el campo de batalla en 161 a. de C. Este general grandioso, el más grande de la historia hebrea, había obtenido lo que parecía imposible: Salvó a su pueblo y su religión.

Los sucesores de Judas

Cuando murió Judas, su hermano Jonatán llegó a ser el líder, pero fue asesinado por un general sirio. Simón tomó su cargo. Demetrio II, rey de Siria, necesitaba la ayuda de Simón, fue reconocido como sumo sacerdote judío, y se eliminó el pago de tributos hebreos a los sirios. Este pacto hecho en 143 a. de C. era el comienzo de una era nueva en la historia hebrea. Finalmente, obtuvieron su independencia política. Simón restauró todo.

Los fariseos y los saduceos

Durante el período que acabamos de contemplar surgieron los fariseos y los saduceos como dos grandes partidos religiosos del pueblo judío. Eran de oposición amarga en casi todo tema y tenían muchas rivalidades, llegando muchas veces a momentos críticos. Los patriotas que combatieron con Judas Macabeo querían libertad de religión y estaban dispuestos a morir por ella. Primero fueron conocidos como "Hasidim". Una vez obtenida la libertad religiosa, abandonaron las armas, pues no tenían ambiciones políticas. De en medio de ese grupo nacieron los fariseos. La palabra significa "separatistas" y normalmente se interpreta en el sentido de separarse de cosas inmundas y de personas inmundas. Gradualmente, se les consideró como "conservadores", es decir, por su celo por la ley de Moisés y las tradiciones de los padres. Ellos representaban a las gentes comunes, y especialmente en tiempos del Nuevo Testamento, constituían el partido mayoritario con gran influencia.

En cambio, había otros hombres que veían algo bueno en el helenismo y creían que podrían aceptar su enseñanza sin apostatar de su propia fe. Ellos pertenecían ampliamente a la clase aristocrática. No eran tan numerosos como los fariseos, pero tenían una enorme influencia en asuntos nacionales. Eran miembros de la clase sacerdotal. Los fariseos los consideraban como "liberales" y hasta "anti-religiosos". Eran conocidos como saduceos.

El antagonismo entre estos dos partidos grandes llego a ser tan duro que finalmente debilitó el reino macabeo y acabó con la libertad política de los judíos. En el año 63 a. de C. Pompeyo, un general romano, entró en escena, y con su llegada terminó de nuevo la independencia hebrea.

Los judíos bajo el Imperio romano

Es bien conocido el lugar importante que el Impero romano ocupó en la historia de los pueblos. Partiendo desde la pequeña urbe de Roma, a orillas del río Tiber, aquel imperio se extendió hasta cubrir la cuenca del Mar Mediterráneo y por el norte hasta Inglaterra, en el centro hasta Alemania, y al oriente hasta alcanzar pueblos lejanos. Roma dominó al mundo civilizado por siglos. Su contribución a la civilización, y su influencia en el pensamiento y en las vidas de la gente han sido sobrepasado sólo por pocos pueblos.

En ese mundo romano vivía y realizaba sus actividades el Señor Jesucristo. "Cuando vino el cumplimiento del tiempo" (Gálatas 4.4), es decir, cuando la época fue apropiada, el Mesías anunciado desde antiguo vino a este mundo y se hizo hombre y vivió entre los hombres. Palestina era una parte del Imperio romano. Los judíos eran súbditos del Impero romano. Ellos, como también todos sus pueblos vecinos, eran gobernados por administradores romanos. Es comprensible que los judíos sintieran resentimiento por el dominio extranjero. Se rebelaron, pero nunca tuvieron éxito. Roma era dura y fuerte. Finalmente, su rebelión contra Roma les costó la vida nacional y su destrucción. El general Tito, en el año de 70 d. de C. quemó Jerusalén y se llevó a los judíos, dispersándolos por todas las naciones. Su existencia como nación encontró su fin.

En el 63 a. de C., el ejército romano triunfante se movía hacia el Oriente y entró a Siria. Con la conquista de Siria, Pompeyo esperó su ocasión para apoderarse de Palestina. En aquella época, los judíos se encontraban en una terrible guerra civil por el poder entre Hircano y Aristóbulo II. Cada uno de ellos, viendo su causa perdida, apelaron al general romano y le ofrecieron sus fuerzas. Pompeyo salió victorioso de esta situación y tomó Jerusalén.

Sin embargo, el romano horrorizó a sus vencidos, los judíos, profanando el lugar santísimo, y por medio de otras obras malas. Los siguientes cincuenta años fueron llenos de intrigas, revoluciones, batallas sangrientas y suertes cambiantes para el pueblo judío. Antipas, idumeo (de Edom, descendiente de Esaú), fue nombrado gobernador de Judea. Le siguió su hijo Herodes el Grande, rey de Judea en 37-3 a. de C. Para ganarse la buena voluntad de los judíos, Herodes reedificó el templo con gran magnificencia. Pero era hombre brutal y cruel. Este es el Herodes que gobernaba Judea cuando Jesús nació, y fue él quien mató a los niños de Belén.

El nacimiento de Jesús

Unos meses antes de la muerte de Herodes tuvieron lugar grandes eventos. Cuatrocientos años de silencio habían sido rotos. Dios habló nuevamente a su pueblo. El ángel Gabriel anunció a una virgen de Nazaret la venida del Mesías, el rey verdadero de los judíos. Mientras que Herodes estaba en su lecho de muerte en Jerusalén, María dio a luz a su hijo primogénito y lo puso en un pesebre de Belén. Jesucristo había nacido, llegó el rey de los judíos. Una nueva era había comenzado; una nueva era para el pueblo de Israel, y para todas las naciones de la tierra.

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