martes, 19 de marzo de 2013

HISTORIA DEL ISRAEL POLITICO



PERIODO BÍBLICO (3.000 a.C. - 538 a.C.)

La historia judía comienza en la primera mitad del segundo milenio a.C, con los Patriarcas: Abraham, su hijo Isaac y su nieto Jacob. El hambre comenzó a extenderse, y esto forzó a Jacob y a sus hijos los antepasados de las 12 tribus de Israel a emigrar a Egipto, donde sus descendientes fueron esclavizados. 
Varios siglos más tarde, Moisés sacó a su gente de ese país  de la esclavitud a la libertad y los guió de vuelta a la Tierra de Israel. Durante 40 años erraron por el desierto del Sinaí, donde se forjaron como nación y recibieron la Ley de Moisés, que incluye los Diez Mandamientos, que dio forma y contenido a la fe monoteísta de sus patriarcas ancestrales. 

Bajo el comando de Josué, las tribus israelitas conquistaron la tierra, se asentaron en ella, uniéndose especialmente en tiempos de amenazas exteriores, durante el liderazgo de los llamados Jueces. Se instituyó la monarquía bajo Saúl (1020 
a.C.); su sucesor, David, unificó las tribus y convirtió a Jerusalén en la capital de la nación (1000 a.C.). 

El hijo de David, Salomón, transformó el reino en una floreciente potencia comercial y construyó en Jerusalem el templo al Dios único de Israel. 
Restos arqueológicos testifican que importantes centros de comercio urbanos fueron fundados durante su reinado, incluyendo las ciudades fortificadas de Hatzor, Meguido y Guezer. Tras la muerte de Salomón, el país se dividió en dos reinos: Israel (capital: Samaria) y Judá (capital: Jerusalén), los cuales coexistieron durante los dos siglos subsiguientes, gobernados por reyes judíos y exhortados por los Profetas hacia la justicia social y la observancia de la Ley.

El reino de Israel fue invadido por los Asirios (722 a.C.) y su pueblo disperso (las Diez Tribus Perdidas). Judá fue conquistado por los Babilonios (586 a..C), quienes destruyeron el Templo en Jerusalem y exiliaron a la mayoría de la población judía a Babilonia.

PERIODOS DE AUTOGOBIERNO (538 a.C. - 60 a.C.) 

Luego de la caída del imperio babilonio en manos de los persas (538 a.C.), muchos judíos retornaron a Judá, el Templo fue reconstruido en Jerusalem y se restituyó la vida judía en el país. 
Durante los cuatro siglos subsiguientes (538-168 a.C.) los judíos gozaron en gran medida de autonomía bajo las dominaciones persa y helénica. Las medidas tomadas posteriormente para suprimir el culto y prácticas judías provocaron el levantamiento Macabeo (Hasmoneo) (166 a.C.) que trajo como resultado el establecimiento de un reino independiente que duró aproximadamente un siglo, bajo los reyes de la dinastía hasmonea.

BAJO DOMINIO EXTRANJERO (60 a.C. - 1948 d.C.)

Desde el año 60 a.C. en adelante, el país, debilitado por una guerra civil, pasó a estar cada vez más sometido al dominio romano. En un intento por liberarse, los judíos se lanzaron a una serie de insurrecciones, que culminaron en la revuelta del año 66 d.C. Después de cuatro años de luchas intermitentes, Roma sometió a Judea, quemando el Segundo Templo hasta los cimientos y exiliando a muchos de los judíos del país (70 d.C.). La última resistencia contra Roma, realizada por alrededor de 1.000 judíos en la fortaleza de Masada y que concluyó en el año 73, con el suicidio en masa de sus defensores, se convirtió en el símbolo de la determinación del pueblo judío a vivir en libertad en su propia tierra.

Durante varios siglos, bajo la hegemonía romana (70 - 313) y bizantina (313 - 636), la comunidad judía en el país siguió manteniendo y desarrollando sus propias instituciones jurídicas, educacionales y culturales. Las leyes judías, que se ocupan de todos los aspectos de la vida, fueron codificadas en la Mishná (siglo II) y elaboradas en el Talmud (siglos III a V). Estas leyes, algunas de las cuales fueron modificadas posteriormente, unifican hasta hoy a los judíos observantes.

Un intento de los judíos de retomar su independencia nacional (la revuelta de Bar Kojba, 132 d.C.), resultó en la creación de un enclave judío independiente en Judea, con Jerusalem como su capital. Tres años más tarde, los romanos vencieron a Bar Kojba, y, en un esfuerzo por acabar con los lazos judíos con el país cambiaron el nombre de Jerusalem por el de Aelia Capitolina, y al país lo llamaron Palestina.

Desde el siglo VII en adelante, el país fue sucesivamente gobernado por árabes (636-1091), seléucidas (1091-1099), cruzados (1099-1291), mamelucos (1291-1516), turcos otomanos (1517-1917) y los británicos (1918-1948). 

Hubo cambios en las fronteras y el nombre del país fue variando de acuerdo a los caprichos del gobernante de turno. Varios edificios construidos en el país por distintos conquistadores atestiguan la presencia de éstos en este lugar.

Aunque su número disminuyó durante los siglos de ocupación foránea, se mantuvo una continua presencia judía en la Tierra, que se veía reforzada de tiempo en tiempo por judíos que retornaban a su patria ancestral desde los países de su dispersión, flujo que empezó a tomar importancia a mediados del siglo XIX. 


SIONISMO. 

El anhelo de retornar algún día a Sión, sinónimo tradicional de Jerusalén y de la Tierra de Israel, ha sido el foco de la vida judía en la diáspora durante muchos siglos. A fines del siglo XIX surgió el sionismo como movimiento nacional en respuesta a la continua opresión y persecución de los judíos en Europa Oriental y a la creciente desilusión de la emancipación formal en Europa Occidental, que ni puso término a la discriminación ni produjo la integración de los judíos a las sociedades de los países en los que vivían. En el Primer Congreso Sionista (1897), convocado en Basilea, Suiza, por Teodoro Herzl, el movimiento sionista fue constituido como una organización política que llama al retorno del pueblo judío a la Tierra de Israel y al renacimiento de su vida nacional en su patria ancestral. 

Miles de judíos, inspirados en la ideología sionista, comenzaron a llegar al país, entonces una parte poco poblada y descuidada del Imperio Otomano. Estos primeros pioneros desecaron pantanos, plantaron árboles en las laderas de áridas colinas, establecieron industrias y levantaron pueblos y ciudades. Fundaron instituciones y servicios comunitarios y el idioma hebreo, limitado durante mucho tiempo a la literatura y a la liturgia, comenzó a revivir como lengua de uso diario.

Reconociendo "la conexión histórica del pueblo judío con Palestina (Tierra de Israel)" y "las bases para reconstituir su Hogar Nacional en ese país," la Liga de las Naciones (1922) concedió a Gran Bretaña un mandato con la responsabilidad de "poner al país en condiciones políticas, administrativas y económicas que aseguren el establecimiento de un Hogar Nacional Judío."

Unos meses más tarde, Gran Bretaña estableció el Emirato Arabe de Transjordania en tres cuartos del territorio, al este del Río Jordán (hoy el Reino Hashemita de Jordania), dejando tan sólo la parte occidental para el desarrollo del Hogar Nacional Judío. Oponiéndose al establecimiento, aunque fuera en esa pequeña zona, del Estado Judío, líderes árabes extremistas iniciaron ataques contra la comunidad judía, así como contra individuos árabes que abogaban por la coexistencia árabe-judía. Las restricciones impuestas por los ingleses a la inmigración y al asentamiento judío no calmaron a los militantes árabes, y los brotes de violencia continuaron hasta el comienzo de la Segunda Guerra Mundial.
Al término de la guerra, las restricciones a la inmigración judía a la Tierra de Israel no fueron anuladas, a pesar de la inmediata necesidad de encontrar un refugio para aquellos que habían logrado escapar a la aniquilación de las comunidades judías, en la cual unos 6 millones de judíos, incluyendo 1,5 millones de niños, fueron asesinados. Para sobreponerse a las restricciones inmigratorias impuestas por Gran Bretaña, la comunidad judía en el país, junto con la judeidad mundial, movilizó sus recursos y organizó una red de inmigración "ilegal", conocida como Aliá Bet, trayendo al país alrededor de 85.000 sobrevivientes del Holocausto. 

Incapaz de reconciliar la creciente oposición árabe a la inmigración y el asentamiento judíos con la persistente demanda judía de anular las restricciones a la entrada en el país, Gran Bretaña llevó el problema a las Naciones Unidas. La Asamblea General de la ONU aprobó, el 29 noviembre de 1947, el establecimiento de dos estados en el área (al oeste del río Jordán), uno judío y otro árabe. Los judíos aceptaron el plan de partición, los árabes lo rechazaron.

EL ESTADO.

Con el término del Mandato Británico (14 de mayo 1948), el pueblo proclamó el establecimiento del Estado de Israel. Menos de 24 horas más tarde, los ejércitos de cinco países árabes invadieron el nuevo estado, lanzando lo que pasó a ser la Guerra de la Independencia de Israel, que se combatió en forma intermitente durante más de un año. Hacia el mes de julio de 1949, se firmaron por separado con todos los países árabes vecinos acuerdos de armisticio, basados en las líneas de cese de fuego.

En la Declaración del Establecimiento del Estado, Israel extiende su "mano a todos los estados vecinos y a sus pueblos, en una oferta de paz y de buena vecindad." Este llamado, reiterado por los sucesivos primer ministros de Israel, fue persistentemente ignorado o rechazado. Los ataques del terror árabe contra los centros de población israelí continuaron, con el apoyo y el estímulo de los estados árabes, que también implantaron un boicot económico y diplomático, bloquearon las vías marítimas internacionales a la navegación israelí y provocaron guerras totales: en 1956 y 1967, Israel lanzó ataques preventivos en respuesta a provocaciones deliberadas; en 1973, Israel tuvo que repeler ataques totales lanzados en su contra simultáneamente por los estados árabes vecinos en dos frentes; y, en 1982, actuó contra las bases terroristas de la OLP (Organización de Liberación de Palestina) en el sur del Líbano, desde donde lanzaban ataques contra la población civil de la Galilea Septentrional.

El círculo de rechazo a los llamados de paz de Israel fue roto con la llegada a Jerusalem del presidente egipcio Anwar Sadat (noviembre de 1977), a invitación del primer ministro Menajem Beguin. La visita condujo a negociaciones de paz que concluyeron en la firma del Tratado de Paz entre Israel y Egipto (26 de marzo de 1979) y la formulación de los Acuerdos de Camp David que incluían, entre otras cosas, disposiciones para la paz en el Medio Oriente y un marco para el autogobierno de los palestinos en Judea, Samaria y Gaza.

El 30 de octubre de 1991 fue convenida la realización de una conferencia de paz para el Medio Oriente en Madrid, que puso en contacto a representantes de Israel, Siria, Líbano, Jordania y de los palestinos. Los encuentros formales fueron continuados por negociaciones bilaterales entre las partes y por conversaciones multilaterales que trataron de problemas regionales.

Un significativo progreso fue la Declaración de Principios (septiembre 1993) firmada por Israel y la OLP (como representante del pueblo palestino) que delinea los arreglos para los palestinos en la Margen Occidental y Gaza. Consecuentemente, se implementó el autogobierno en Gaza y Jericó (1994), y con la firma del Acuerdo Interino (1995) se extendió a áreas adicionales en la Margen Occidental.

En enero de 1997 Israel y la AP firmaron el Protocolo de Hebrón e Israel se redesplegó en el área; en octubre de 1998 ellos firmaron el Memorándum del Río Wye y la primera fase del redespliegue fue implementada por Israel. En septiembre de 1999 Israel y la OLP firmaron el Memorándum de Sharm El-Sheikh. Desde entonces Israel ha llevado a cabo nuevos redespliegues, ha liberado prisioneros, ha abierto la ruta segura del sur y ha reanudado las Conversaciones para el Status Permanente.

Lamentablemente, la Cumbre de Camp David en julio del 2000 fracasó debido al rechazo por parte de los palestinos a aceptar propuestas de gran alcance y sin precedentes destinadas a solucionar el conflicto, que habían sido apoyadas por EE.UU.

Una reconciliación adicional en la región fue conseguida cuando Israel y Jordania pusieron término al estado de guerra de 46 años entre ambos (julio, 1994), seguido por un tratado de paz (octubre, 1994), que estableció relaciones diplomáticas plenas entre ambos países. El impulso en el proceso de paz abrió el camino para la ampliación de los contactos y relaciones con otros países árabes.

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